13/11/19

Crónica de mi participación en el Festival FIRPI, Senegal


Hay quien escribe para no olvidar, no es mi caso, es imposible olvidar la increíble experiencia que ha significado esta vivencia, otras lo hacen para revivir lo acontecido, tampoco es el motivo por el que yo escribo, no necesito escribir para recordar pues todos los recuerdos forman parte de mi piel, y es todo tan reciente que cada gesto o suspiro me lleva, de manera irremediable, a Louga. También hay quien escribe para alimentar al ego, para que se le reconozca por alguna acción determinada y otras porque su máximo deseo es compartir vivencias o conocimientos, se me quedarán otras razones atrás, pero no importa, lo que importa, lo que a mi me importa, es por lo que yo lo hago y, es simplemente para agradecer. El problema va a ser por donde empezar. ¿A quién nombrar primero entre tanta gente linda?

Como en los actos oficiales empezaremos por las instituciones, por el Gobierno de Canarias que a través de Canarias Crea ha cubierto los gastos de traslado que generaban llegar hasta Senegal y que aunque no suele nombrarse más que lo que exigen en su protocolo, realmente tenemos mucha suerte del servicio que presta a las personas que nos dedicamos a la cultura y que yo, personalmente agradezco, pues igual de difícil, o incluso más, puede ser trasladarse desde un pueblo perdido de la Península Ibérica y me consta que compañeros/as de allí, no tienen este tipo de financiación autonómica.

Todo sea dicho, antes de solicitar esta financiación me llegó una invitación en francés, que tuve que traducir en el traductor de google, no tenia ni la más mínima idea de qué decía aquello y donde lo único que entendía eran las palabras festival, Louga e invitation, firmada por un tal Ngary Mbaye, que parecía ser el presidente de algo. Después de varios correos, muchos whatsapps y el traductor al que recurrí muchísimo, entendí que me estaban invitando a la 8ª Edición de FIRPI (Festival Internacional para la Recuperación del Patrimonio Inmaterial), que me iban a alojar en una casa familiar compartiendo con una familia senegalesa, un traductor me iba a acompañar todo el tiempo y sería un “gran honor” contar con mi presencia, ¿gran honor? ¡Ay madre, estas eran palabras mayores! Pero como la cosa va de agradecer, pues agradecida queda la confianza que depositó en mi Ngary Mabaye, director del FIRPI, para que fuera yo la que llevara a Senegal las leyendas del terruño canario.

Acto de clausura del FIRPI. De izq a Dcha. Amadou, Mon Peraza y Ngary Mabaye.

No puedo dejar de nombrar, agradecer y recordar a Amadou, la persona que me acompañó todo el tiempo, no solo tradujo absolutamente todas mis intervenciones y me hizo llegar las historias de las otras voces, sino que hizo la función de guía turístico aportando unas experiencias que, de no haber sido por él, no hubiera vivido. La convivencia con su hija, Rama Toulaye y Moussa su hijo, un niño de la edad de los míos, que se queja de no ser tan alto como ellos porque no come ni carne ni pescado suficientes, pero que no necesita altura para ocupar espacio, pues tanto él como su hermana son encantadores, tremendamente comestibles, serviciales, con las mismas inquietudes que mis propios hijos, con unas miradas chisposas que trasmiten alegría y con la idea clara de que es imposible que me paguen por contar cuentos, exactamente dijeron: “Las historias no son de nadie”. También con Fátima, esposa de Amadou, una diosa de la amabilidad que compartió conmigo absolutamente todo lo que tenía, se esforzó al máximo por hacerse entender en español y me regaló un vestido tradicional precioso. La abuela, Fatuu, la matriarca, con solo una mirada impone respeto, ordena y resuelve y sus 77 años [que según ella son muchos menos y la equivocación se debe a pertenecer a una familia de ganaderos nómadas, que tienen la fea costumbre de moverse de un lado al otro olvidando las fechas de nacimiento] testigos y oídos de las vivencias peul o fula que le corren por sus venas en forma de historias, esa mujer es puro cuento. Las conversaciones en la calle tomando té hasta tarde, porque el reloj en Louga es otro, y no lo marca las agujas, ni el minutero, sino el sol y su empeño por hacerse notar. La infancia que ocupa las calles de arena y los más pequeños que lloraban al verme porque mi color blanco los asustaba y por más que intentaba agacharme a su altura y extender mi mano, no solucionaba nada. Amadou se empeñó en regalarme todo lo que culturalmente podía y además de los trayectos en el carro tirado por burro, la compañía de sus amigos, su familia al completo (incluido el tío suyo que lee el futuro con los caracoles), el empeño de que mirara al cielo estrellado, el esfuerzo por traducir mis lágrimas, el maravilloso cuento que va a formar parte de mi repertorio y las interesantes conversaciones, me regaló su amistad. Nudos que se han quedado atados para siempre, así que eso hay que agradecerlo también.

Momento de la Rueda de Contadores

No se le suele mostrar gratitud a la muerte, pero en este caso, no puedo dejar de hacerlo pues en la programación del festival, el día 2 había que trasladarse a un pueblo cerca de la ciudad de Louga, con la intención de llevar el cuento y la palabra dicha a las zonas rurales y descentralizar las acciones del festival, pero las cosas que se le ocurren a la muerte: ¡aparecer sin previo aviso! Y cuando en los pueblos se muere alguien, todo el mundo acompaña y no es costumbre contar cuentos en los velatorios, al menos, de forma organizada. De manera que el muerto al hoyo y el narrador, al foro que se improvisó antes del almuerzo, una rueda de cuentos y una conversación que parte del hábito de reunión entre iguales, de la necesidad de compartir experiencias, dudas, proyectos, caminos y saberes. De la creación y fomento de una red de apoyo que ayude y acompañe en este conflicto de caminos de la profesión y de la propia vida, que a veces son carriles en la misma dirección de una autopista y en otras, senderos que no se encuentran ni cruzan. 

Es curioso cómo nos unen y nos preocupan muchas más cosas de las que creemos y cómo buscamos la forma de convivencia entre las personas que viven de esta profesión de cuento y las que aman el arte de contar pero tienen otra profesión, y las que no saben hacer otra cosa, pues lo único que han visto es esto y exclusivamente se plantean contar la vida en forma de cuento, vivir en un cuento continuado, como el narrador Djiby Kama, que vive en una isla de la región Fatiek, en la que solo hay 5 casas, donde se celebran bodas, bautizos y grandes eventos familiares para los que él se ofrece a contar para ganar algo de dinero, bueno no se ofrece, directamente va y cuenta, como broma apuntó que de la isla no lo pueden echar aunque no les guste lo que cuente. Dijo Djiby en ese foro que “la cultura es una cárcel en la que estaba preso, de la que no podía ni se planteaba salir y su condena, no dejar de contar cuentos”. La conversación llevó a conocer los problemas compartidos como la falta de espacios escénicos donde se programen sesiones para público adulto de manera estable, los cachés, la competencia desleal, la falta de compromiso en la profesionalidad y la búsqueda del repertorio entre otras cosas.

Fatou Kiné Sow, narradora de Dakar.

Fatou Kiné Sow, fue algo así como el hada madrina de mi estancia en Louga, no sé cómo se agradecen los “hadadrinamientos” pero tal vez compense contar que Fatou es una de esas mujeres senegalesas que quitan el sentido, su presencia es notable desde la distancia, la fuerza de su voz te penetra aún sin entender el idioma en el que cuenta, sus silencios son necesarios para tragar saliva y situarte en la historia, en las sensaciones y emociones que producen escucharla y verla en escena. Una mujer elegantísima que se preocupó todo el tiempo de que yo estuviera bien, me invitó a improvisar, cada una en su lengua acerca de las tradiciones; yo hablé de las romerías, la virgen de Candelaria, la del Pino, los carnavales, el timple, las chácaras, el toque de la lapa y la fiesta de la vendimia, ella… no lo sé, pedí a Amadou que no me tradujera, me era suficiente escuchar su tono, notar el nudo de su garganta y observar sus ojos cristalinos mientras hablaba de algo que evidentemente la emocionaba, después, cuando las palabras se acabaron, cuando cada una se quedó satisfecha con lo dicho, nos abrazamos. En mi abrazo iba un eterno agradecimiento y en el que ella me dio, una señal de hermanamiento y un esto no quedará aquí hermana, volveremos a vernos.

La ceremonia de apertura del festival fue un agradecimiento a la vida, un ensayo a la sonrisa, una plegaria al recuerdo de las tradiciones en la que el narrador Samba Sow, recientemente galardonado en Dubai como el mejor artista africano, se subió al escenario con la vestimenta tradicional del país y el público contuvo la respiración, a mí personalmente me parecía que se me había parado el corazón. Primero a capela y después acompañado de una melódica cantó y contó, contó y volvió a cantar entre vítores y señas de reconocimiento, a continuación, me tocaba contar a mí, y después de una cosa así… ¿qué hacer? Pues con las rodillas temblándome, descalza y con el alma totalmente desnuda, siendo sincera y respetando al público como nunca, conté terruño, porque a eso había ido, pedí a Gara y Jonay, a Idafe y a la Princesa Ico estar allí conmigo, no solo en la leyenda sino en presencia, se lo merecían ellos y ellas, el público que había ido a escuchar a una española canaria que no conocían ni habían oído mencionar jamás y yo, yo también me lo merecía. Y conté, conté de los árboles Garoé y El Drago Milenario, que es lo más parecido que tenemos por estas tierras al Baobab, conté sobre Doramas en Arucas, Guayota, Timanfaya, Guanarteme y por último de Ferinto y el Salto del Guanche y créanme que la piel se me erizó, que la sangre del drago parecía llegarme al cerebro, que el olor a Viñátigo y helechos del Garajonay estaban en aquel teatro, que el viento majorero movían las telas que cubrían mis sudadas carnes, que mi corazón latía a ritmo de chácaras, y mis dedos  chasqueaban como las lapas. Qué momento tan emocionante, qué orgullosa me sentí de las leyendas de la tierra canaria y qué orgullo y honor, sí, honor, ser la comunicadora de tremendo legado.

Podría agradecer muchísimas cosas, y seguir nombrando a personas que han sido importantes durante la semana de estancia en Senegal, algunas de las cuales no olvidaré en mi vida, pero me quedo aquí, comparto con quien me lea, la idea, el convencimiento de que debemos conocer lo nuestro, que es muy rico valorar las tradiciones de otros lugares del mundo, pero que es imprescindible conocer, defender y extender las nuestras, no porque sean más valiosas que otras, sino porque es la única moneda de cambio que tenemos ante el regalo de la convivencia y la muestra de costumbres, formas de vida, etc. Nuevamente gracias, gracias a cada una de las personas que me ha regalado historias, que ha confiado en mi y que me ha ayudado a estar donde estoy ahora, pero sobre todo gracias a quien ha hecho posible que el cuento sea una forma de vida, que moverse por el mundo en la senda del cuento sea posible, de verdad, de corazón gracias a todas las que han contado antes que yo, y a las que vendrán después. Gracias FIRPI por hacerme apreciar el patrimonio oral de mi tierra.

Mon Peraza

3 comentarios:

  1. Gracias Mon por traducirnos la belleza de la interrelación humana, de ese intercambio con pueblos de donde venimos y dejar q corra nuestras emociones por la sangre que nos hace uno: la humanidad

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  2. Que emocionante leer lo que tu corazón palpita. Gracias por compartir y por el respeto tan inmenso con el que te muestras a todos, al ellos y al nosotros. "Las historias no son de nadie"... sé me han quedado grabadas las palabras de ese joven. Gracias narradora por narrar.

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  3. Gracias por contar como te meció la cuna del mundo, por transmitir nuestra raíz con historias aborígenes que nos enlazan, por llevar y traer el amor al cuento.

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