En todos los idiomas y en todas las partes del mundo, el relato es la gramática fundamental del pensamiento y la comunicación. Con los cuentos averiguamos lo que sucedió, a quién y por qué. No sólo descubrimos cosas acerca de nosotros mismos y del mundo, sino que también aprendemos a cambiarnos y a crearnos a nosotros mismos, así como a cambiar y a crear el mundo.
Los cuentos son un instrumento esencial para favorecer la transformación y el cambio. Además de prestarse a su lectura por puro placer y entrenimiento, o escucharlos de la voz de algún narrador para el disfrute, son verdaderamente mágicos si son capaces de cuestionar y de perturbar nuestros marcos de referencia, nuestro mapa habitual del mundo, y hacernos salir de nuestro pensamiento limitado a fin de aprender y descubrir nuevos aspectos.
De esta manera, los relatos tradicionales debieron de constituir una especie de primitiva globalización que reflejaría esa entidad hipotética que el maestro Jung denominó “Inconsciente colectivo”.
Hay cuentos que nos hacen mella, y, al igual que el mero hecho de cambiar de gafas o ponerle filtros a las lentes, los relatos nos permiten contemplar la vida y la experiencia de la misma de una forma diferente. La utilización de diferentes lentes u objetivos nos permite adoptar una perspectiva u otra e igualmente sucede con los cuentos.
Cada cuento crea su propio mundo, y combina una lógica interna y una secuencia narrativa que encuentran su expresión a través de las palabras, que unido a elementos de creatividad como el tono y la emoción, logran ejercer como vehículos portadores de significado, actuando a nivel consciente e inconsciente transmitiendo mensajes de forma directa e indirecta.
Tanto si trata de narraciones personales como si son relatos tradicionales, con ellas podemos expandir el pensamiento, con un sentido “dado”, algo de lo que carece la vida, desordenada e incompleta. Una de las razones de por qué tienen tanto poder afectivo los cuentos tradicionales es que tienen una característica determinante, tienen un comienzo y un final, que, de este modo, pueden dar un significado a los acontecimientos.
Los cuentos nos ofrecen una forma de ver y de entender el mundo desde una nueva luz, desde un ángulo diferente, incluso el escuchar un mismo cuento de voz de un narrador y de otro también nos da una forma diferente de entender, y es ahí donde está la “magia de los cuentos”.
Escrito por Roberto Mendoza