29/11/19

Un paso por Senegal. Cumpliendo mi sueño.


“En el África hay un árbol muy grande que se llama Baobab, su tronco es tan ancho que se necesitan varias personas para abrazarlo, sus ramas parecen tocar el cielo y tiene unas raíces enormes que, a veces, salen de la tierra, se enroscan en la copa del árbol y le dan un aspecto muy extraño”.

Así comienza uno de los cuentos que narro, y así comenzó mi viaje a Senegal, ya que al llegar a tierra africana es muy probable que te reciban estos gigantes milenarios y te acompañen a lo largo del camino.

Viajar a África era el sueño de mi vida y sin embargo llegó de una manera inesperada como muchas cosas hermosas que ocurren en la vida. Lo que más me sorprendió de este lugar no fue su paisaje, que es bastante árido y gran parte del mar o los ríos suelen estar infestados de basura y plástico. Pero al cruzarte con un lugareño tendrás una mirada sincera y una amplia sonrisa asegurada. Es gente pobre, no es novedad, sin embargo su vida es una fiesta y un baile constante, música de tambores que suenan en cada calle, conversaciones acaloradas que parecen discusiones y quizás simplemente se estén contando cómo ha ido el día, mercados locales o improvisados a un lado de las carreteras.

Resumiendo mucho, yo definiría Senegal con tres palabras: COLOR, MOVIMIENTO, vida...mucha VIDA.


Primera parada: Dakar. Me envuelve el barullo, embotellamiento de coches, niños, jóvenes corriendo por las calles y no puedo evitar mirar sin parpadear toda aquella fiesta montada en la ciudad entera. Tardo poco en saber que es la final de la copa de fútbol Senegal-Argelia y, aunque perdieron no dudan en continuar una fiesta llena de color y luchas de bailes extraordinarios. La gran mayoría del público es muy jóven, pero se lo pasan en grande sin una gota de alcohol en el cuerpo, tienen energía para toda la noche; otro detalle que me sorprende, Dakar no duerme.

De pronto comienzo a verme rodeada de personas que me tapan la visión por su altura y yo, que escaseo de la misma me pierdo en su color de piel brillante, su elegancia al moverse y sus ropas, sobre todo de ellas, porque las senegalesas además de hermosas son presumidas a rabiar.Uno de mis primeros pensamientos fue “cuidado con tus pertenencias”, pero allí nadie parece tener interés en la presencia de una “tubab”, como nos dicen por nuestra tez blanca. Y agrego una palabra más a mi definición anterior: RESPETO.

El viaje continúa y yo sigo deleitándome en esta cultura del ruido, coches, música, charlas a viva voz... Me maravilla su arte de CONTAR, lo que sea, lo adornan con gestos y movimientos  que convierten la conversación en una danza, se miran a los ojos, se acercan, se cuentan chistes, que al traducirlos para mí no tienen mucho sentido, pero ellos ríen sin parar hasta acabar en el suelo. Y agrego otra palabra a mi definición de Senegal: COMPARTIR.

Mi primer viaje a África fue un encuentro conmigo misma, volví llena de sabores, olores, experiencias nuevas, dejé un poco de mí allí y me traje tanto para aquí.


Mi segundo viaje a Senegal es un Encuentro con Narradores/as y Griots del lugar. ¡Vuelvo! y esta vez me instalo una semana en la “Asociación Cultural Hahatay”, un lugar mágico en el mundo donde se alimenta la cultura y el arte, se realizan intercambios culturales con diferentes partes del mundo y se fomenta a los jóvenes el valor del trabajo y el sacrificio para mejorar su situación, la de su lugar y sus raíces sin tener que salir en una patera en busca de un futuro.

Allí experimenté días intensos, cargados de actividad y aprendizaje que en mi vida imaginé tener. Todo ello acompañada de una gran mujer y compañera de oficio: Begoña Alabazan. “Convivir con una vasca no sé si será fácil”, tengo que reconocer que se me cruzó por la cabeza, pero estas ideas se disiparon nada más conocerla ya que toda ella es bondad, cercanía y profesionalidad indudable. Autora de un libro titulado “La nobleza del bereterretxe” que comparte conmigo junto con sus saberes, siempre con respeto y humildad.

Juntas nos embarcamos en una serie de actividades para diferentes edades. “Arrancamos motores” con la primera sesión para público infantil de 2-5 años y yo siento que mi sueño se está cumpliendo, contar para niñas/os de edades con las que trabajo por ser Maestra Infantil, pero en un lugar recóndito del mundo donde la niñez es bastante “invisible” debido a las obligaciones que tienen a tan corta edad. En África muchos/as niños/as son mano de obra, eso no era novedad para mí, pero verlo en vivo y directo enmudeció un poco mi alma.

Los días se suceden con remanso pero con rapidez al mismo tiempo ya que no paramos. Llevamos a cabo las siguientes sesiones en dos colegios diferentes y se nos escapan un poco de las manos ya que, una vez allí, nos damos cuenta que con 10-11 años los/as niños/as están aprendiendo a escribir. El equipo que nos acompaña nos cuenta que la dificultad en el aprendizaje se debe a que el idioma del lugar es el Wolof, pero al comenzar el colegio la enseñanza es en francés. La capacidad de comprensión y la dificultad a la hora de expresarse en los/as niños/as es evidente, aún cuando teníamos traductores, que realizaron una labor increíble, aún así la DISPOSICIÓN al aprendizaje abunda y así, entre risas y juegos creamos historias que volaron conmigo hasta Lanzarote, en mi retina y mi corazón. Esta situación y cómo se solventó me recordó una frase que en Senegal tienen por ley cuando se presenta alguna dificultad: “Buscamos la solución”.


Llega el ansiado día, el encuentro con Narradores y Griots de diferentes partes de Senegal, dos cortísimos días compartiendo y creando HISTORIAS, dando lugar a la improvisación y a  un festín de palabras, cantos y cuentos que alimentan profundamente nuestros oídos y alma entera.
 Me hubiese gustado compartir más técnicas de narración, empaparme de las experiencias de Narración Oral en África, pero nos centramos en la creación de una historia entre todos/as para presentarla en el “Festival Internacional de Narración en Gandiol”, que tuvo lugar la última noche. Una velada tradicional, donde contamos alumbrados por el calor de una fogata, frente a un público sentado en círculo a nuestro derredor.

Para la ocasión nos piden que nos vistamos con alguna ropa especial, y yo no dudo en ataviarme con el vestido de mi madre que tiene más de 40 años, “si este traje hablara, la de historias que contaría, hija mía” me dice al “heredármelo”:
Sólo con recordar aquella noche me invade una sensación de agradecimiento por la oportunidad que la vida me ha dado de contar junto a personas que admiro y también cuentan a la vida, como los Griots, que tienen por cometido preservar la historia de una familia, estar presentes en momentos significativos, bodas, bautizos, toma de decisiones importantes, y mantener el honor de esa familia. Tienen un gran conocimiento, pero no lo comparten en su totalidad, y cumplen una función importante como consejeros en la toma de decisiones familiares, recordándoles historias similares de sus antepasados. Se definen como “guardianes de las palabras, bolsillos que guardan secretos” y para mí son Artesanos de la Palabra.

Seguramente me quedan muchas experiencias por contar...esto es un simple resumen de mi VIVENCIA y APRENDIZAJE en mi paso por Gandiol, Saint Louis, Senegal.

Mi recorrido como labradora de palabras continuará, espero recordar siempre la importancia de CONTAR QUIÉN SOY.. .es la única manera de comenzar a existir en los demás.
¡Larga vida al Cuento!


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