7/7/19

Mi reencuentro con la Escuela de Verano de AEDA (Silvia Torrents)


Llena de entusiasmo y nervios tras cinco años de nostalgia, me envolví en una aventura hacia Huesca, hacia la VI Escuela de verano de AEDA. Recién llegada a la puerta de embarque Tenerife Norte - Barcelona, me abre paso a la ilusión Mon Más, estupenda narradora catalana que conocí en la I Escuela en Ezcaray y con quien tuve una conexión instantánea. Recibí este encuentro como la mejor antesala al periplo emocional que me esperaba.
Barcelona de madrugada en la noche de celebración de Sant Joan se me presentaba tan bella como temerosa. Una mujer canaria recién liberada de tiberios afectivos, decidida a cerrar un ciclo de vida y destapar el frasco de las pasiones y sueños por cumplir, sola en medio de aquella demencia de petardos, voladores y borracheras.
Sin un buen descanso tomé los trenes que me llevarían a mi destino real, Huesca, y sin haberme bajado aún del último me encontré con la sonrisa amable y la mirada acogedora de Gemma Gutiérrez, compañera de la palabra y de mi querida Tagoral, quien con una buena taza de café me invitó a enfrentar mis dudas y miedos.

Juntas y justas de tiempo llegamos a la V Jornada “Nuevos tiempos, viejos cuentos”, donde nos encontramos recién empezada la primera charla de José Manuel de Prada Samper titulada “Érase una vez… ¿qué cosa? El cuento tradicional ante el reto de la banalización”. Fue realmente motivadora y rompió nuestro cansancio del viaje aumentando el amor y respeto por el cuento tradicional.
Pausa para un rico desayuno, entre café y montaditos de tortilla, comenzaron las palabras y los reencuentros con sabor a cuento, con voces venidas desde distintos puntos de España e incluso desde Buenos Aires y Edimburgo.
Continuaba la Jornada con la mesa redonda compuesta por Gustavo Puerta, Xohana Bastida, Carlos González Sanz y Belén Gaudes. Fue un debate intenso y válido sobre la tradición oral tanto para integrar nuevas ideas como para empatizar con los diferentes puntos de vista de los allí presentes.

Por la tarde nos plantearon cuatro opciones de taller con los ponentes Ana Griott, Gustavo Puerta, Ángela Arboleda y Diego Magdaleno; yo escogí la de Diego, “Cosiendo recuerdos para devolver el cuento. Recuperación de cuentos tradicionales desde las historias de vida”. Nos contó su experiencia con quienes guardan en su interior el libro de la vida, nuestras abuelas y abuelos, explicándonos cómo consigue que le narren desde el alma sus cuentos e historias vitales. Luego nos planteó en equipo un reto interesante que dejo guardado en nuestra intimidad colectiva.
Para clausurar la Jornada, una sugerente conferencia de Ana Garralón: “Lavar antes de leer: simbología y literatura infantil”, que por suerte podemos consultar íntegra en la web de AEDA.  

Como broche de oro para una Jornada intensa y provechosa, una sesión dialogada con Yoshi Hioki (Japón): “Pájaro de ceniza”. Poder disfrutar una vez más en mi vida cuentera de la magia en el escenario de Yoshi hizo que desaparecieran de mi cuerpo el agotamiento físico y mental. Logró que quienes le escuchamos sintamos la necesidad de ser mejores personas, que queramos explorar nuestro interior para conocernos más y regalar al mundo nuestra bella esencia interior.

Arropada por caras nuevas y abrazos conocidos la primera noche descansé como una bebé acunada en una nana. Conversé mientras dormíamos con mi compañera gallega Lorena Pinheiro quien hizo que compartir habitación y sueños fuera cómodo y fácil.

A la mañana siguiente comenzaba la formación para la que había tres propuestas de curso intensivo, a escoger entre el profesorado compuesto por Martha Escudero, Luis Correia Carmelo y Paula Carballeira. Con ilusión escogí como profe y madre a Paula en su taller “Reinventar la tradición”, quien con su mirada azul profundo nos enseñó a desnudar el cuento hasta tocarle el alma como piedra angular del taller. En cuatro mañanas de arduo trabajo además nos dio las herramientas para saber cómo, tras desvestido el cuento, colocarle las pieles, elegirle las telas adecuadas y diseñarle ropa de nuestro estilo a las historias que queremos narrar.

En cada pausa se compartían ideas, proyectos, fruta, intereses comunes y la alegría de la gente bonita por formar parte de esta hazaña. 
Las tardes de martes y miércoles volvimos a la niñez, a soltar nuestra risa alada y al juego sin pavor al error con talleres de improvisación, teniendo como impulso y guía a Encarni Corrales y a J.J. Sánchez de Teatro Indigesto
Al terminar cada taller, con el cuerpo y la mente livianos, nos sentamos a disfrutar de las sesiones de cuento dialogadas. “Narradoras de la noche” con la sabiduría y conexión con África de Ana Griott,  y “Cuando te hablen de amor…” con la dulzura de la voz y la fuerza mexicana de Martha Escudero.

Conociendo un poco la historia del lugar, epicentro de la narración oral, un pequeño grupo disfrutamos de una visita guiada por los recovecos más históricos y pictóricos de la ciudad de la mano de Adrián, un guía que nos transmitió pasión por su trabajo. 

Como colofón en la clausura, un homenaje a Blanca Calvo, conocida bibliotecaria y socia de honor de AEDA, y una de las mayores impulsoras de la lectura y literatura infantil de España. La intervención de la narradora de corazón Cristina Temprano hizo que la velada resultara emotiva y entrañable.

En la fiesta final, además de terminar vibrando en la pista de baile, la organización nos sorprendió con un regalo, la actuación de la compañía “La Chaminera”  que nos emocionó y divirtió con su arte. A propósito, dar las gracias por un trabajo realmente exquisito y admirable durante toda la jornada y la escuela a las personas que organizaron esta edición: Laura Escuela, Elia Tralará, Raquel López, Mario Cosculluela y Alberto Sebastián. 

El viernes al terminar la Escuela y tras intensas despedidas cargadas de abrazos de agradecimiento y cariño, decidí quedarme en el lugar una noche más. Paseé al calor ocre de la ciudad altoaragonesa para respirar tanto aprendizaje y prepararme para nuevos retos, como el de escribir este artículo. Al anochecer me retiré a  la soledad de mis aposentos para asimilar tantas emociones. 

Sin duda, incito a quienes no han vivido esta experiencia a que se sumerjan como amantes de la palabra en este viaje para bordar un nuevo cuento en su semblanza.

Cinco años después, en un espacio diferente con gente distinta y alguna cara conocida, la Escuela de Verano de AEDA vuelve a cumplir con mis expectativas y no tengo más que palabras de agradecimiento a todas las personas que formaron parte de esta andadura.