Somos cinco mujeres con un bagaje de muchos años contando, al principio como
NOSOTRAS KONTAMOS y actualmente como APALABRADAS con la suma de una nueva,
que se gobernaba sola hasta hace poco . Queremos mostrar, en este Cuaderno de
Narración, cinco puntos de vista de lo que nos supone Contar en compañía.
APALABRADAS
NOSOTRAS KONTAMOS y actualmente como APALABRADAS con la suma de una nueva,
que se gobernaba sola hasta hace poco . Queremos mostrar, en este Cuaderno de
Narración, cinco puntos de vista de lo que nos supone Contar en compañía.
APALABRADAS
¿Nuestro día? ¡¡¡LOS MIÉRCOLES!!!
Después de los abrazos siempre pasa algo, según el tipo de reunión que mantengamos ese día. Podemos hacer una ronda terapéutica de descargue de la semana, últimos viajes, cabreos burocráticos recientes: ¿por qué será tan complicado registrarse y conseguir un CIF? ¡Por Dios! Intentamos sobrellevarlo con un buen café o té acompañado de lo que se lleve esa tarde: tarta de queso, chocolates, laguneros… o meterle mano directamente a la contada y rapidito porque el espacio donde ensayamos hay que dejarlo a las siete y media.
Tenemos que reconocer que los mejores miércoles son los que rematamos brindando con un buen vinito o cava. Nos encanta brindar y hacer una fiesta por cualquier cosa. Tenemos la gran suerte de reunirnos por el placer de narrar. Nuestra situación personal nos permite compartir este tiempo sin agobios y además nuestra edad, nuestras inquietudes y vivencias nos nutren de historias para contar y eso es precisamente lo que nos entusiasma: compartirlas.
Lo mejor y lo más duro: el proceso creativo. Sembrado de opiniones, investigaciones, debates, tacha y vuelve a tachar hasta darle forma, intentando respetar lo que cada una tiene de única y lo que tenemos en común. Respetarnos los distintos ritmos y estilos hace que desarrollemos la tolerancia, sobre todo cuando tienes que modificar tu historia, y no dos o tres veces, puede que hasta seis o siete. A pesar de todo o precisamente por eso, resulta tan enriquecedor analizar un mismo tema desde distintos puntos de vista, que en el fondo no nos importa porque sabemos que nos lleva a mejorar lo que teníamos.
Lo más divertido a veces ha sido el “momento agenda”: hacemos juegos malabares para conciliar entre todas y que no coincidan con nuestros tiempos de música, pilates, tardes de abuela, cursos de narración, médicos, viajes, talleres… aunque no lo crean lo conseguimos haciendo incluso dobletes.
Nos identificamos totalmente con nuestro nombre y logo. APALABRADAS implica concertar, convenir, tratar, pactar las palabras. Cinco “A” que coinciden con el número de mujeres que componemos el grupo. El logo representa el movimiento expansivo de las ondas sonoras al contar, que es precisamente lo que nos une y nos apasiona: CONTAR LA VIDA.
Magdalena López
Está claro que las musas no acuden cuando una las necesita. A mí me visitan muy de vez en cuando, llegan con una palabra, un recuerdo, una imagen… Pero, la suerte es que las musas también visitan a mis compañeras APALABRADAS y, cuando esto sucede, es como si lo hicieran conmigo.
Compartimos lo que inspira a cada una: recuerdos, vivencias, imágenes vividas o imaginadas, se van enlazando y van tirando unas de otras, como lo hacemos las mujeres que nos acompañamos en esta andadura.
Luego viene el proceso de creación: la fase más íntima donde ponemos en orden las ideas y le damos forma con la palabra a todo aquello que despertó nuestra inspiración. Y, de nuevo, la fase de compartir, de poner en común, de analizar las historias, los recursos y las sensaciones.
Emocionándonos con cada vivencia propia o ajena, riéndonos con cada anécdota y brindando cuando todo queda enlazado y listo para preparar una función de cuentos que no deja de evolucionar en cada ensayo.
Montserrat Ramos
Lo que más y lo que menos me gusta de contar en compañía.
Pues debo decir que lo que menos me gusta en este proceso de narrar es cuando tengo que encontrar una historia adecuada a un tema concreto, porque no aparecen cuando las buscas, sino cuando menos las esperas. Son los cuentos los que te encuentran y no al revés. Por eso me agobia un poco cuando busco y busco y no encuentro nada que me apetezca contar.
Pero al final consigues la historia y entonces empieza todo el proceso de trabajo conmigo misma y con las compañeras. Someter tu trabajo a crítica es duro, pero a la vez, enriquecedor por las aportaciones que hacen las demás y que se aceptan de buen grado porque las críticas siempre nos llevan a encontrar nuevos recursos.
Al final llega lo que más me gusta: la contada. A pesar de los nervios que se pasan, cuando recibes el calor de la gente que te escucha, es cuando se produce la magia en este oficio de narrar.
Teresa Trujillo
El momento actual de APALABRADAS, me lleva a expresar una declaración de intenciones para un futuro próximo. Pero no puedo enumerarlas; y sólo sé que puedo proyectar.
Y lo que proyecto es dar un SALTO a APALABRADAS llevando entrelazados entre mis palabras, y mi corazón, los hilos tejidos en la etapa anterior cuando nos llamamos Nosotras Kontamos. Seguro que con este salto soltaré más de un hilo.
Dispuesta a dar un salto en la inspiración compartida. ¡Qué miedo ponerme en riesgo, escuchar otras ideas, romper cada vez más el muro individual! Pero disfrutando con las nuevas opciones que nos unen.
Esto es una aventura a lo desconocido: un salto en la creatividad, un cambio continuo, que nos lleva a nuevas formas de comunicación (¡agggghh…!). Disfrutando juntas de un arma de creación masiva: La Narración.
Siento que este proceso tiene obstáculos y con ellos miedos que mirar: a no ser capaz, al fracaso, al compromiso adquirido, a rendirte, a aceptar lo que las compañeras te ofrecen, a …
Pero también sé que lo podemos superar juntas para alcanzar nuestros sueños.
APALABRADAS es un viaje nuestro, que hacemos con ustedes.
Matilde Mora Quintero
Desde que me deslumbré escuchando a Mayra Navarro, contar historias ha sido una pasión.
Esa pasión me llevó a comprar libros, pedir un préstamo para ir a contar allende los mares, y a invertir mis vacaciones en talleres, ensayos y festivales.
Es la misma que me altera el sueño cuando estoy embarazada de una función y las palabras me crecen por dentro.
No es fácil explicar a personas ajenas a este mundo que contar cuentos me importa mucho, desde hace mucho, aunque lo compaginara durante más de veinte años con un trabajo administrativo.
Digamos que me importa tanto, que no concibo la vida sin contar. No puedo no contar.
Y lo he hecho bastante sola; más allá del tiempo compartido a causa de talleres, programas, maestros y escenarios en común, o sesiones colectivas, he cultivado esta pasión de una manera muy personal.
Como muestra, una conversación con Roberto Torres, en 2005, cuando fui a proponerle Esta boca es mía al Teatro Victoria. Roberto miraba algunas fotos hechas en el Verano de Cuento, escuchando con atención mientras yo le explicaba el contenido. Luego me hizo tres preguntas:
-¿De quién es el texto?
-Mío.
-¿Quién te dirigió?
-Nadie.
-¿Y dónde ensayas?
-En el salón de mi casa.
Todavía recuerdo su cara de sorpresa. Y su generosidad, también, porque me dijo que sí. Fue como cumplir un sueño, algo que tampoco hubiera sido posible sin ese atrevimiento que da el entusiasmo: las ganas de contar, por encima de todo lo demás.
Si me he referido a esa pasión que ha alimentado tantas tareas en solitario, es porque algo ha cambiado, desde hace un tiempo.
Aunque las ganas de contar fueran las mismas, seguir haciéndolo después de jubilarme exigía cumplir con la legalidad de otra manera: en equipo. Y a mí, por afinidades varias, sólo me interesaba un equipo que, afortunadamente, ya existía.
Por eso quise unirme a Matilde, Montse, Tere y Magdalena, aquellas maestras apasionadas por lo mismo que yo, con las que tenía el gusto de encontrarme de vez en cuando.
Y aunque siga contando individualmente, hago cosas desconocidas hasta ahora: planificación de objetivos en común, reparto de tareas, búsqueda de asesoramiento, trámites, intercambio de ideas, conciliación de agendas, fotos en grupo, pastel de manzana y tarta de queso.
Porque los miércoles nos ocupamos de todo lo anterior, ensayamos, y cada una comparte lo que traiga ese día, más allá de los cuentos. Dentro de ese círculo que nos permite ser nosotras mismas, hay besos y abrazos, inspiración, decisiones, carcajadas y lágrimas, y muchas ganas de seguir haciendo cosas juntas, como ir a un guachinche, por ejemplo.
Hay miércoles en los que, junto a los rosquetes de huevo, en lugar de café o infusiones, hay cava, para brindar por lo que sea y por nosotras.
Todo empezó porque un día fui a preguntarles que si me admitían en su grupo.
Y me dijeron que sí, como Roberto.
Aquella tarde les regalé patitos.
Elena Castillo