13/5/20

¿Por qué cuento?


¿Por qué cuento?
-Porque me gusta contar.

¿Por qué me gusta contar?
-Porque me hace sentir bien.

¿Por qué me hace sentir bien?
-Porque elijo historias y palabras que me hacen despertar. Cuentos que sacuden mi conciencia, me susurran otros puntos de vista, ayudan a mirar el universo desde otros ángulos, me hacen sentirme universo. Y, por supuesto, es un placer llenarme la cabeza, además de pájaros y nubes, de palabras que inspiran, que enamoran y me posibilitan estar enamorada de la vida.

En estos momentos que vivimos donde historias sobre el miedo, la inseguridad, el desconcierto, el control y la desconfianza están llenando el mundo de las comunicaciones, más que nunca, quiero escuchar, leer y contar historias de “Mundos Posibles”.

Cada momento es único, y este que vivimos ahora parece un momento especial, un cambio que se está acercando. ¿Hacia dónde? Es un enigma.

Y me parece importante que contemos en las redes, que contemos en nuestra casa, en los balcones, en la radio, por los wassap… Que nos rodeemos de otras palabras, otras posibilidades más allá de datos estadísticos o número de veces de lavarte las manos.

Cuento para desentrañar el hilo del laberinto, para recordarme que el tiempo no existe o, por lo menos, no de forma lineal sino cíclica.

Cuento para decirme que no desespere, que el presente es lo único que tengo, y vivirlo lo único que importa.

Cuento para acompañar mi presente de ideas como que existen las hadas, o que una niña llamada Pipi Calzaslargas puede conseguirlo todo.

Cuento huyendo de las moralejas y de los sirve para… para invadirme de poesía y despertar.

Cuento y, en el camino, conozco otros contadores y eso me alegra el alma.

Cuento porque, como dice el cuento, “existe un manzano mágico cuyos frutos son pájaros” (1), y luego una niña me cuenta que está plantando semillas y regando, a ver si de su maceta también salen pájaros, como en el cuento.


Cuento porque es emocionante sentir el vértigo del momento presente y acogerte a él, confiar, jugar y aceptar lo que pase.

Cuento porque no sé, y mi manera de aprender es contando.

Cuento porque me gusta repetir, repetir lo que me gusta y, releyendo estas palabras, siento que a veces soy la mujer de 47 años recién cumplidos y otras veces la niña de 7, que dice como mi hija de 7: “-Otra vez, otra vez, otra vez...”

Cuento para pedir que llueva, para rezar a las plantas y para sentirme gato bajo el sol.

Cuento para metamorfosearme, por ejemplo, en mariposa, “una mariposa recién nacida que agarrada a un muro tiene miedo a volar, hasta que una ráfaga de viento la arranca y ella vuela y ya no sabe nada más que volar”.(2)

Cuento para atravesar el bosque, cruzar el río, sumergirme en el lago, franquear el desierto, rebozarme en el barro, adentrarme en la cueva, mojarme con la tormenta , subir la montaña y mirar al otro lado del espejo.

Cuento porque lo que pongo en palabras es lo que nos sucede en ese momento, porque siento que es un acto creador que nos lleva a donde queramos.

Cuento para volver a ser niña y, de la mano de mi abuela, descubrir que las palabras mágicas más allá de abracadabra son: perdón, lo siento, gracias y te amo .(3)

Y no voy a contar el número de veces que en este escrito he utilizado la palabra “cuento”.

(1) Argumento de un cuento de Víctor González de su libro “El río que se secaba todos los jueves”.
(2)Argumento de un cuento de Ursula Wollfel en su libro “27 historias para tomar la sopa”.
(3) Inspirado en un cuento de Pablo Prestifilipo “Palabras Mágicas” y en el “Ho´oponopono” una tradición hawaiana dirigida a la resolución de problemas interpersonales, basada en la reconciliación y el perdón.

Texto e ilustraciones: Elena Revuelta